Hoy, 27 de agosto, se cumplen cuarenta y nueve años de la muerte de Le Corbusier. Estaba de vacaciones en Cap Martin, en la Costa Azul francesa, su paraíso infernal (o su infierno paradisíaco). Por la mañana, después de desayunarse, se metió en el mar a nadar y murió de un ataque cardíaco, con setenta y siete años, diez meses y veintiún días de edad. (Hago la puntual y dolorosa crónica en mi libro Necrotectónicas).
Pero qué hacía allí pasando sus vacaciones es algo que tiene tela.
En 1924 Eileen Gray diseñó una extraordinaria casa para ser construida en Cap Martin frente al mar, y en la que vivir su idilio con el crítico Jean Badovici, amigo de Le Corbusier.
La casa se construyó entre 1926 y 1929. La llamaron E 1027, un nombre que se las trae, y que parece escasamente romántico, pero lo es, porque entrelaza los nombres de los dos amantes: E de Eileen; 10 es el ordinal de la letra J (de Jean) en el abecedario; 2 de B (Badovici), y 7 de G (Gray).
La casa era magnífica. La pareja invitó allí a menudo a su amigo Le Corbusier, paleto como nadie, que se quedó fascinado con la casa, pero sobre todo con su autora. El machista patán lo flipaba ante esa mujer libre, artista, emprendedora, elegante, inteligente, culta… No sigo. Soñaba con dominarla, someterla. Todo esto formaba un torbellino en su cabeza y un insulto y un desprecio permanente a su esposa, que no podía ni compararse a Eileen. En fin: una fantasía rara, sádica y cruel.
Le Corbusier se ofreció a pintar unos murales en la casa, a lo que Gray se negó rotundamente. El infame esperó a que el amor entre Eileen y Jean se acabara y a que ambos, desilusionados, abandonaran la casa, y entonces la tomó al asalto, pintando unos murales eróticos y fotografiándose desnudo mientras los pintaba. ¿Qué quiere decir esto? ¡Que llamen a un loquero! (Publicó los murales y parte de la casa en su Œuvre Complète y creó el malentendido, que no desmintió, de que él era el autor de E 1027).
Muchos años después convenció a una amiga suya para que la comprara. (¿Por qué no la compró él?). Y así la tuvo para su placer cada vez que la quería.
No obstante, se construyó unos metros más arriba (sí, más arriba; siempre la dominación) una pequeña cabaña sobre el terreno que le “pidió prestado” al dueño de un restaurante, al que no sólo se adosó, sino a cuyo comedor abrió una puerta directa para pasar libremente.
De este modo, la romántica cabaña, mínima, austerísima, tenía pegado un restaurante, y unos metros más abajo un casoplón al que bajaba Corbu cada dos por tres. Así vivo yo también en una minicabaña, ¿no te digo? Y en una tienda de campaña. ¡Y para colmo dice Corbu que la cabañita la hizo como regalo para su esposa! ¡Qué morro!
El caso es que la mañana de su muerte bajó a desayunar a E 1027, como todos los días, y tal vez a exonerar el vientre, como todos los días. (Decía con orgullo que en la cabaña tenía la taza del retrete pegada a la cama, y que eso era muy higiénico, muy maquinista y muy moderno; pero yo sostengo que no llegó a estrenar esa taza jamás, y que usaba las del restaurante y las de la casa de Gray). Una vez satisfecho bajó al mar a dar unas brazadas.
Y allí cayó el caradura. (Perdón, quise decir “la criatura”. Maldito corrector).
Sobre el autor, José Ramón Hernández Correa: Nací en 1960. Arquitecto por la ETSAM, 1985. Doctor Arquitecto por la Universidad Politécnica, 1992. Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Ahora estoy algo cansado, pero sigo atento y curioso. Puedes seguirme en mi cuenta de Twitter, en Google+, o consultar mi blog, Arquitectamos Locos?.
Desconocía esta anécdota por completo y ¡¡¡me ha encantado!!! Siempre está bien destapar los trapos sucios para bajar de los pedestales a los ídolos que no lo son tanto. ¡Quiero más de esto! (Gossip girl :P)
Con ese artículo se ofende a la memoria de uno de los más grandes arquitectos del siglo XX. Una vergüenza.
Hola Carlos, con esta serie de artículos queremos sacar a la luz otras facetas de los grandes maestros, pero desde luego que no queremos ofender a nadie. Los datos, historias o anécdotas están contrastados como bien indica José Ramón.
Yo también creo que Le Corbusier es uno de los más grandes arquitectos del siglo XX, e incluso de toda la historia de la arquitectura.
No obstante, y a pesar de mi tono informal, me temo que toda esta historia es cierta en lo principal. Hay bastantes referencias, y últimamente incluso se ha hecho una película sobre el tema: «The Price of Desire» (2014). (Dir. Mary McGuckian, con Vincent Perez como Le Corbusier y Orla Brady como Eileen Gray).
Los artistas, incluso los más sublimes, tienen debilidades, e incluso algunos cometen algunos actos vergonzosos.
Me gustaría muchísimo conocer su versión sobre esta extraña historia.
Corbu fué sin duda un gran arquitecto, pero como persona tuvo algunas actitudes no de muy buen ver. Niemeyer relata en sus memorias «As Ondas do Tempo» como con malas artes le arrebató el proyecto del Edificio de las Naciones Unidas en Nueva York, después de que Niemeyer habia ganado legítimamente el concurso.
¡Fabuloso!
Es curioso que todo un doctor arquitecto se dedique a hacer una crónica rosa, esperemos que no sea un camino de ida y vuelta.
Quiza agregue usted datos pocos leidos su manera de redactar y tocar el tema no es comun no era necesario doctorarse en arquitectura para redactar esto esperaba algo mas por su titulo
Enhorabuena don José Ramón, siempre que lo(e) leo me parto de risa y aprendo. Qué personaje.
Menos mal que hay arquitectos (y encima doctor) que entienden que el principal objetivo de la comunicación es que el receptor la entienda. Porque por desgracia, desde la Escuela (todas las españolas) se nos inculca a utilizar de forma retorcida el lenguaje, en un intento de aparentar un conocimiento de todas las causas que no tenemos (ni de lejos).
José Ramón, siempre es un placer leerte y que nos cuentes, cómo una persona a otra persona, anécdotas que demuestran que hasta los grandes arquitectos según la historia eran simple y llanamente seres humanos.
Ese es el tema, seres humanos, sin duda un genio un creativo. Humano al fin,
No veo en absoluto que este costado le reste a sus «meritos»