1. La llegada
Atravesar ocho provincias por carretera, en busca del destino veraniego, suele conllevar una amplia secuencia de paisajes diversos. Hasta aquella lejana punta meridional de la península, el territorio recorrido se presenta como un escenario cambiante, un escenario que va adoptando distintas formas a cien kilómetros por hora. Los niños permanecen ajenos a ese espectáculo silencioso, fijando la mirada en sus consolas, sesteando, impacientándose por llegar a no saben dónde, amarrados a sus asientos dentro de esa cápsula hermética que es el coche, hasta que, vencidos por la insistencia del Pater Familias levantan la cabeza y se extrañan ante lo que ven. Un desierto montañoso («Papá: no es un desierto porque no tiene dunas«), surcado por millones de pliegues, va alisándose hasta convertirse en un mar de plástico al final del cual termina apareciendo la promesa del agua salina en forma de banda azul.
Fuente: pinceladasactuales.blogspot.com
Pero en este mundo moderno, hasta en los lugares más remotos se adelanta a recibirte una urbanización con campo de golf y resort. Una vez engullido por ese anfitrión edilicio, el universo agreste queda relegado a un casi imperceptible canto de sirenas cuyo encuentro definitivo el Pater Familias sólo está dispuesto a aplazar. Ahora toca enfrentarse al check-in, para lo cual se presenta una sonriente y extremadamente joven recepcionista. El vestíbulo del hotel es el deslumbrante pórtico de entrada a una nueva vida, la gloria eterna que durará seis días y siete noches. Calificar de deslumbrante al vestíbulo de doble altura no es una concesión figurada. El espacio se encuentra separado del exterior por una envolvente de cristal sólo tamizada por un entramado de madera, de modo que los rayos del sol brillan en los dientes de la risueña recepcionista a la par que anticipan a los nuevos huéspedes los placeres que la sauna del Spa sin duda les reportará por un módico extra a incluir en el precio ya cerrado.
El romántico Pater Familias encabeza la comitiva hasta la habitación seleccionada «con vistas al mar». Llegan en ascensor hasta la última planta de las tres que componen el edificio. El largo pasillo que han de recorrer, recuperando las virtudes del anterior vestíbulo, les calienta el trayecto en un alarde arquitectónico de luz cenital y de radiación solar directa. Una vez dentro de la habitación, con ciertas muestras de ansiedad, el Pater Familias tropieza con el mobiliario antes de alcanzar la terraza. En efecto, tras un jardín versallesco escalonado por piscinas de distinto tamaño, pérgolas y pastiches de chozos amazónicos varios, puede contemplarse el mar.
Fuente: gardenhotels.com
2. El primer chapuzón.
Después de una opípara comida en el bufé y una generosa siesta en la habitación, el grupo se pertrecha para el primer baño. Cruzan el jardín versallesco, sorteando tumbonas y mesas de ping pong; salen por una cancela que comunica directamente con una especie de parque que recorre longitudinalmente una buena parte del litoral. Se trata de un espacio ricamente diseñado, áreas ajardinadas, sucesión de palmeras, sinuosos itinerarios peatonales, bancales y taludes, muretes de contención que abren caminos en distinta dirección. La playa está a una cota inferior a la del parque, formándose un pequeño acantilado o barranco coronado por distintos miradores cubiertos de los que parten las rampas y escaleras de acceso a la playa. La arena deja paso a un lecho de piedras en contacto con el agua del mar, lo que molesta a unos niños acostumbrados a superficies mucho más lisas y protectoras. Aún sí, no han recorrido tanta distancia para no sumergirse en esas aguas. Al menos el Pater Familias y el hijo varón se dan un breve chapuzón. Un rato después, recolectadas unas cuantas piedras preciosas y plegándose a las demandas de la hija, regresan al hotel. Instalados ahora en la piscina, el Pater Familias se percata de que el suelo es resbaladizo.
Fuente: mercadillosandmarkets.blogspot.com.es
3. Al final de la escalera.
Al día siguiente, de regreso de una agradable jornada de playa -una con arena bien fina- en una localidad cercana, y después de la preceptiva siesta reponedora, el Pater Familias decide salir a correr por el paseo marítimo. Escamado por la -a su juicio- excesiva distancia que hay entre la habitación y las escaleras principales, opta por utilizar la salida de emergencia que hay cerca. Al llegar a la planta baja, las escaleras ya no tienen iluminación y se encuentra llena de obstáculos. Para su sorpresa, ese espacio es utilizado como improvisado almacén. Al abrir la puerta antipánico, descubre paredes alicatadas con azulejo blanco y trajín de cocinas. Se da media vuelta y vuelve a subir para tomar la salida («ojalá que no pase nada«, piensa mientras esboza en su mente imágenes de edificios en llamas). Ya en el paseo marítimo trota lo más próximo que puede al mar, sin querer perderlo de vista. El manto de agua centellea con la luz del atardecer. Avanza primero por pasarelas de maderos, luego por calzadas de terrazo y suelos de baldosa hidráulica.
Fuente: minube.com
Sortea transeúntes y puestos ambulantes, hasta que de repente el paseo marítimo se interrumpe bruscamente. Ha llegado a la frontera que separa la controvertida ciudad de vacaciones con el territorio agreste de un espacio natural protegido. El camino ahora es de tierra, sólo delimitado por livianas barandillas de palos. Más cerca de la cota del mar, se aventura por distintas calas solitarias que le dificultan la carrera pero le ventilan el espíritu. Deja atrás una ermita de planta circular, algo rococó; llega hasta los restos de una torre bereber. Unos metros más a levante, el smartphone le informa de que ha llegado a la mitad de su límite admisible y emprende la vuelta. Ahora tiene el sol de cara, muy bajo ya. Mar y cielo adquieren un tono bizantino en el horizonte. Y pese a la fatiga, por fin, el Pater Familias comienza a sentir que está de vacaciones.
Fuente: cabodegatacenter.com
Vacaciones de un arquitecto
Sobre el autor: Carlos Sánchez Franco
Arquitecto del lejano oeste peninsular, título forjado en un extinto plan setentero. El sector público como principal pagador. El urbanismo como principal tarea profesional. De fatal inclinación por los interrogantes. Puedes seguirme en mi cuenta de Twitter.
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