Algo está pasando estos días en Tokio. Según viene recogido en numerosísimos informes de especialistas de diversa índole, a la ciudad le están creciendo los fantasmas. La mayoría de los consultados coincide en que la explicación más sencilla se deba al afán japonés por adaptar cuanta festividad extranjera que les salte al paso, que a estas alturas está llenando las calles de cientos de calabazas de rostro terrorífico, sonrientes esqueletos colgantes, murciélagos de todos los colores, ríos de sangre falsa mezclada con pumpkin spice latte y máscaras y disfraces de lo más variopintos. Con semejante panorama, no es de extrañar que a los muertos les apetezca volver por un día para festejar a lo largo y ancho del país. Durante todo un día y su noche, los retornados beben y comen sin parar, bailan y se sacan fotos grupales mientras se mezclan con los vivos, ignorantes de la situación. A la vuelta del sol, con las aceras ya prácticamente vacías salvo por algunos pobres y ebrios rezagados, los supervivientes a la juerga vuelven a su rutina envueltos en una extraña sensación, mezcla de frío y misterio, que la mayoría olvida tras unas reparadoras horas de cama.
Historias para un Halloween arquitectónico
De los espíritus se sabe que cada año son más aquellos que regresan, que son, en su mayoría, inofensivos y que poco a poco van perdiendo el miedo a ser vistos. Lo que aún no parece haberse aclarado es de dónde ha salido tanto espíritu y el motivo de ese crecimiento constatado.
La teoría que goza de mayor popularidad es la del profesor, antropólogo y arquitecto —hay quien dice que frustrado— Hideyoshi Takeda, quien ha identificado en los acontecimientos descritos una nueva proliferación de lo que por aquellas tierras se denomina yokai, fantasmas y criaturas del más allá que nacen del olvido y la desgracia.
«Hacía mucho tiempo que no se veían yokai en Japón», declaró Takeda en una reciente entrevista recogida en el Asahi Shinbun, uno de los periódicos más populares del país, donde amplía:
«desde que, como humanos y en nuestro afán exploratorio, agotamos los secretos del mundo, dejó de haber lugar para historietas. (…) Antes nos servían para entender los terremotos, la muerte de los neonatos o la desaparición de las pinzas de la ropa, pero la ciencia acabó con todos ellos».
En su búsqueda incansable de explicaciones al fenómeno, el profesor Takeda se ha servido de todo tipo de herramientas para descartar interpretaciones, y dice encontrarse muy cerca de poder emitir una conclusión. Sus métodos, entre los que se encuentran las derivas urbanas, la fotografía amateur —y algo indiscreta, lo que le ha valido más de una situación incómoda— y el uso de tableros de ouija, parecen indicar, confiesa al final de la entrevista arriba citada, que la culpa la tienen las nuevas y radicales modas dentro de la arquitectura doméstica.
«Los japoneses», sentencia Takeda, «nos hemos vuelto un poco locos en busca de la originalidad de la casa, recurriendo a diseños cada vez más intrincados y olvidando códigos y lecciones que con tanto dolor aprendimos en el pasado. (…) Error tras error fuimos redactando una estricta normativa en torno al proyecto de espacios, pero últimamente estamos más preocupados por la foto que porque los niños no se abran la cabeza al mínimo descalabre. Es un disparate».
Desde los sectores más ortodoxos de la academia, así como desde colectivos de familias modernas e influencers, se tacha al profesor como reaccionario y senil, «ajeno al espíritu de los tiempos y perdiendo la conexión con realidad a cada día que pasa». Desde aquí, y sin querer pronunciarnos al respecto, hemos contactado con el señor Takeda para obtener más información. A pesar de un humor notablemente ensombrecido por el rechazo de sus coetáneos, logramos convencerle para que compartiese algunos de los frutos de su investigación. A continuación, se expone algunas de sus indagaciones en forma de fichas, obtenidas gracias a esa tendencia al voyeurismo y al uso del tablero arriba mencionados. Todas ellas forman parte de lo que el profesor denomina su «colección personal de fantasmas», que podrá verse al completo en una exposición que alojará a partir del mes que viene el MOMAT, gracias a una inesperadamente fructífera campaña de crowfunding.
Fantasmas de Tokio
階段姥 / KAIDANBA (vieja de la escalera)
Víctima de una de las estrategias más clásicas de la arquitectura, aquella de una caja dentro de una caja, la kaidanba puede encontrarse vagando eternamente por casas cuyo número de escaleras supera los límites de la razón y la cordura. Traducible como «la vieja de las escaleras», este espíritu errante tiene siempre cara de cansado y nunca se sabe bien si está subiendo o bajando. Según los datos obtenidos, la kaidanba se asocia con la desorientación que supone habitar una casa de distribución cuestionable y en la que, cuando a uno le mandan al piso de arriba, se ve obligado a preguntar a cuál exactamente. Se especula que las primeras kaidanba documentadas eran ancianas que buscaban el baño y que acabaron a la deriva de los escalones —hay testimonio de alguna que dice no haber orinado desde inicios de la década—, pero casos posteriores revelaron que las causas son variadas, como una que arrastraba unas ojeras terroríficas y que decía necesitar desesperadamente una siesta y otra que simplemente quería subir a tender la colada de los nietos.
窓神 / MADOGAMI (dios de las ventanas)
El milenario y extensísimo panteón japonés siempre tiene hueco para nuevas incorporaciones, como así lo demuestra el recientemente avistado madogami, el dios de las ventanas. La propensión a diseñar viviendas con huecos cada vez más grandes y numerosos no es objeto de secreto, como sí parecen ser las intenciones de este espectro, que ha ido alimentándose de ideas como la deconstrucción de la frontera interior-exterior, la mirada dirigida, o la transparencia. No está claro cuánta cantidad de vidrio ha de tener una casa para provocar la aparición de un madogami, pero parece ser que como mínimo la superficie transparente debe ser igual o superior a la opaca, lo que últimamente parece ser bastante habitual. Lo que es seguro es que una vez se presenta en el domicilio, no se marcha jamás. Algunos testimonios obtenidos de cohabitantes con madogamis los describen como seres amistosos y callados, cuya única misión parece ser averiguar cuál de todas las ventanas es la que se abre.
手摺り童 / TESURIWARO (niño de la barandilla)
Este es uno de los casos más trágicos de los registrados hasta ahora. Los tesuriwaro son espíritus de niños que han perecido en casas con barandillas inseguras o inexistentes. Suelen ser juguetones y risueños, aunque hay registros de fantasmas de este tipo que han exhibido actitudes hostiles frente a los vivos. Las viviendas invadidas por un tesuriwaro se sumen en un desorden perpetuo en el que nada está en su sitio, acompañado del eco de risas cuya fuente no puede determinarse con el oído común. Las mencionadas versiones agresivas limitan su actividad a esconderse bajo unas escaleras —generalmente el escenario de su triste destino— para esperar a que pase alguno de los incautos ocupantes del hogar para, entre burlas, hacerle una zancadilla traicionera. Se ha podido contactar con los padres de un par de niños convertidos hoy en tesuriwaro, y a la pregunta de por qué no instalaron barandillas según el código vigente, solo pudieron responder, entre sollozos, que ellos solo querían salir en Dezeen.
戸棚開き / TODANA·AKI (abrearmarios)
A pesar de que la fecha suministrada ilustra un caso femenino, existen todana·aki de ambos sexos. El nombre de estas apariciones proviene de la fusión de la palabra 戸棚 (todana) y 開く(aku), «armario» y «abrir», respectivamente. Se trata de espíritus vengativos y rencorosos resultantes de la muerte de algún pobre visitante que, buscando alguna habitación de la casa, confunde la puerta de la misma con un armario y muere tras quedar atrapado en su interior. Como desquite, los todana·aki dedican la eternidad a abrir todas las puertas y cajones que haya en la casa a la que estén anclados, lo cual supone problemas de diversa índole a sus inquilinos, como ropa que huele a frito, la imposibilidad de esconder regalos de navidad (otra tradición adaptada de occidente, que produce sus propios fantasmas que no atañen a este reportaje) y la clásica rodilla magullada contra una cómoda que, se hubiese jurado, estaba cerrada. «Nosotros pensábamos que Honda se había ido sin despedirse y que era un maleducado, pero estuvo todo este tiempo pudriéndose en el aparador de los abrigos», declararon las últimas víctimas registradas, que ahora alquilan un trastero externo a la casa para guardar sus pertenencias.
無くなり猫 / NAKUNARINEKO (gato desaparecido)
La última ficha cedida constata que los nuevos yokai, al igual que sus predecesores, no están limitados a apariciones humanas. El mejor ejemplo de ello es el nakunarineko, o «gato perdido», espíritus felinos que han caído presa de construcciones demasiado complejas. Este es otro de esos casos catalogados como trágicos, pues es habitual toparse con un nakunarineko en casas pensadas con los animales en cuestión como cliente, algo a todas luces irónico. Los documentos recibidos asocian este tipo de espectros a casas conpequeñas galerías, pasos y habitáculos pensados a escala y para el disfrute de las mascotas de sus inquilinos. El primer avistamiento data de hace un par de lustros, cuando una pareja se encontró al desaparecido Bigotitos después de una década de ausencia. «Nos alegramos mucho cuando volvió, pero pronto nos dimos cuenta de que ya no comía, no buscaba las caricias y pasaba de todo. Eso y que si lo mirabas a contraluz era un poco translúcido, lo cual sospechabamos que no era lo más normal», recogen los testimonios facilitados por el señor y la señora Tanaka. «Llamamos a nuestro veterinario de toda la vida para que le hiciera un reconocimiento, pero, tras la visita, concluyó que lo que necesitábamos era un exorcista». Su caso fue muy sonado y acaparó toda la prensa local durante los tres días que duró la investigación, tras la cual lo único que quedó claro es que los Tanaka se habían pasado de modernos.
Créditos de las fotografías de los fantasmas de Tokio:
- 01 – kaidanba – House in Kitakami © Nadamoto Yukiko Architects
- 02 – madogami – Kyoto townhouse © Alphaville Architects
- 03 – tesuriwaro – House in Kitakami © Nadamoto Yukiko Architects
- 04 – todana·ki – Roof and rectangular house © Jun Igarashi Architects
- 05 – Nakunarineko – The Cat House © Key Operation
Sobre el autor: Hugo M Gris
Arquitecto por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Máster por la ETSAB, me interesan todo aquello que me ayude a entender cómo funcionan las cosas. Me encantan las historias y las consumo en cualquier medio que me salte al paso: cine, cómics, videojuegos, etc, con el sueño de poder ser yo quien las cuente algún día.
Tres palabras, que buen articulo. Nunca antes había oído esta historia tan asombrosa y de forma tan detallada.
¡Excelente articulo!