En la prehistoria la vivienda era de “quita y pon”, el abrigo humano más antiguo; contenía lo básico: una estructura desmontable y su caparazón, lo que permitía estar yendo y viniendo de un sitio para otro con la casa a cuestas. Ahora lo tenemos más fácil, ya vienen con ruedas.
Las viviendas mínimas tradicionales (cabaña primitiva, tiendas cónicas, nidos…) son, en la actualidad, objeto de estudio tanto por departamentos universitarios como por estudios arquitectónicos y talleres de diseño industrial. Su uso de materiales baratos y locales, tamaño mínimo y carácter intemporal, son características necesarias para dar respuesta a la forma de vida de las generaciones venideras. Antes nuestros padres y abuelos conseguían estabilizarse a los 22 años, se casaban y tenían una vivienda fija. Hoy, uno prefiere vivir de alquiler.
¿Por qué? ¡Porque no podemos llevarnos la casa a cuestas!!
La sociedad esta cambiando, el nivel de vida es peor que el de antes, la falta de trabajo, el cambio económico son aspectos que influyen directamente en la forma de vida de las personas, tan inestable y cambiante. Quizá ha llegado la hora de generar viviendas que se adapten a este “reclamo al nomadismo”.
Sin embargo, ¿Es posible conseguir un espacio nómada?
Esta idea no es nada nueva; en mi opinión los musulmanes sabían mucho de esto. La vivienda islámica tenía la capacidad de adaptarse a las necesidades del individuo que vivía en ella. Un mismo espacio podía usarse tanto para comer como para dormir; utilizaban los espacios de la casa dependiendo de la hora del día y la estación del año.
¡Qué sorpresa! Es la casa la que los lleva a cuestas!
Una de las características principales que hacían posible espacios sin una función concreta era la casi total ausencia de muebles, reducidos a alacenas, esteras, cojines, arcas y tarimas. Puede que ya sea hora de que la vivienda actual tenga esos espacios multifuncionales, capaces de adaptarse al “nómada” de turno; porque las estructuras no solo dan forma a las personas que las habitan, sino que las comunidades usan la arquitectura para inventar y reforzar la visión que comparten sobre sí mismas.
El hogar es algo más que una casa, más que un simple abrigo de la intemperie.
Sobre el Autor:
Antonio Gómez Salas es arquitecto por la universidad de Sevilla en 2017, apasionado de escribir e intenta compaginar las dos disciplinas.
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