Imaginémonos la situación: vivir en el centro histórico de Sevilla, rodeados de entresijos, calles en evolución, edificios repletos de historia. Una de las ciudades que contempla la integración de rehabilitaciones y construcciones actuales en conjuntos históricos de tanta solera y tradición. Hoy nos encontramos con una de estas viviendas. Un buen ejemplo obra de los arquitectos Inmaculada González y Harald Schönegger. Conecta muy bien con el espíritu de la ciudad y combina sin problema modernidad y respeto del entorno.
Los propietarios de esta vivienda se encontraron una vivienda en deterioradas condiciones con una primera crujía originaria del siglo XVIII a la que se habían adosado aleatoriamente, añadidos posteriores, en un estado ruinoso. La protección urbanística afectaba sólo a la primera crujía del edificio. Por este motivo los arquitectos necesitaban hacer un arduo trabajo, para conseguir transformar el espacio y convertirse en una espaciosa y moderna vivienda.
Enmarcados y este contexto de vivienda unifamiliar, el proyecto hace un esfuerzo por recuperar los elementos de valor arquitectónico del estado original de la vivienda, dando como resultado un hogar sostenible y hospitalario. La decisión contrasta con el resto del interiorismo, de carácter más contemporáneo, y líneas minimalistas. Además el juego de luces y sombras se manifiesta desde el primer instante, como de espacios. La vivienda se concibe como una “vasija” que contiene árboles y se abre así a un espacio abierto en varios niveles de planos ajardinados. Acercando el espacio al exterior y haciendo que éste participe en la composición. Una licencia poética que puede permitirse un proyecto concebido desde la sensibilidad.
Ya en el interior, el espacio principal de la casa se libera por completo de antiguos tabiques e interrupciones y se proyecta como una estancia inundada de luz, donde conviven el fragmento histórico -la primera crujía rehabilitada- y lo nuevo como dos piezas diferentes. La organización del programa en el interior es un reflejo de la relación de la casa con el entorno: estancias que se vuelcan hacia un espacio mayor y diluyen sus límites en pos de una estancia única, continua, compuesta de escenarios y no de límites.
La alternancia de vacíos y crujías simples, con doble fachada Norte-Sur, permite la ventilación cruzada y el soleamiento, casi ausentes en las viviendas del centro histórico. Junto a sistemas constructivos que mejoran la eficiencia energética. Junto con una arquitectura que pretende ser amigable y sostenible, la evolución biológica de las plantas de hoja caduca filtra y templa el clima local, introduciendo en el interior de la casa los tonos de todas las estaciones.
El blanco se concibe como el elemento de unión entre el pasado y el presente, expresando la naturalidad de los acabados y envolviendo el interior en un velo claro y nítido. Así, sucesión de materiales ilustra el carácter ecléctico, así como la importancia de la composición armónica para un interior doméstico y agradable. El elemento ornamental de la vivienda es la escalera, la cual es sustituida para generar una nueva pieza en acero corten casi monumental que da dinamismo a el espacio de cubos llenos y vacíos. Un proyecto que termina siendo una vivienda con virtudes y licencias de un espacio de mayor magnitud.
- Arquitectos: Inmaculada González y Harald Schönegger
- Fotografía: © Fernando Alda
Sobre la autora:
Teresa Cobos es arquitecta de profesión, interiorista de vocación y amante de la decoración. Eterna viajera y apasionada de la literatura. Defensora de los espacios creados para vivirse.
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